
Cuando empezamos a trabajar en los centros, a los orientadores nos llamaban pakistanís contracción de “¿para qué están?”, a mi me lo dijeron como un chiste miles de veces.
No dan clase, no ponen notas, tampoco se van a ocupar de los deficientes ni de los indisciplinados…
Pusieron un orientador en cada centro como quien pone una bola negra en una partida de billar que se juega a varias bandas: alumnos, padres, profesores, Inspección, equipos directivos…
Yo creo que se inspiraron en el monigote que tienen los japoneses en la salida de las fábricas para que los obreros con guantes de boxeo descarguen sus frustraciones.
Antes de eso, los pedagogos ni siquiera teníamos esa salida laboral. ¿Para qué se van a necesitar licenciados en ciencias de la educación? ¿qué tiene eso que ver con educar?.
Tampoco las autoridades educativas se matan por pedirnos nuestra opinión y cambian las leyes para no tener que cambiar nada en la realidad de la enseñanza.
Realidad que no gusta a los profesores, por supuesto tampoco a los alumnos aunque por distintas razones, y que es indiferente en el mejor de los casos para los padres.
Aún así…
Miles de profesores luchan contra los elementos para conseguir inculcar un poco de cultura y unos valores en las mentes infantiles. A veces, sin ver a los mismos alumnos más que dos o tres horas a la semana.
Miles de alumnos se esfuerzan por aprobar una cantidad ingente de asignaturas (llegan hasta 12 en ESO) todas con su carga teórica, sus exámenes, trabajos para casa, recuperaciones.
Miles de padres se esfuerzan por colaborar con los profesores, asisten a hablar con los tutores, se organizan en asociaciones.
Y un orientador por centro se esfuerza por cumplir todas las funciones que se les asignan tan dispersas y en tantos campos que no es de extrañar que nadie sepa para qué estamos aquí.
En medio de esta vorágine de profesores cambiando de una a otra clase a golpe de timbre cada 50 minutos, corrigiendo ingentes cantidades de ejercicios, asistiendo a cursos de los que después no se puede aplicar en las aulas más que un mínimo de lo que se aprendió, luchando con alumnos cuyos intereses van por otro lado, con grandes diferencias en aptitudes, motivaciones, intereses…
Necesitan de todo y les mandan orientadores. ¿Nos puede extrañar que se pregunten para que estamos aquí?
Bueno a veces también nosotros nos lo preguntamos.
En esos momentos en que hasta tú te preguntas para que estaremos ahí, siempre recuerdo a un profesor que nos decía que la habilidad más importante a desarrollar en un orientador es la de escuchar.
¿Estaremos ahí para escuchar?
¿Servirá de algo?
¿Será muy iluso pretender que este blog sirva para escuchar a la comunidad educativa?
Con este propósito iniciamos esta derrota, quizá en las dos acepciones de la palabra.
A ver adónde nos lleva.