"Este niño no me come nada".
"La hermana es muy estudiosa pero él es un trasto".
"Cómo voy a conseguir que haga los deberes".
"Con esta clase no hay nada que hacer, nunca aprobarán".
"Los jóvenes no tienen valores".
"Se lo dan todo hecho, no se esfuerzan".
"Nunca se me dio bien el inglés".
"Yo ya sé que no voy a terminar la ESO".
Son frases que denotan creencias de padres y profesores en los chicos y de ellos en sí mismos.
Creencias, en este caso negativas, que reducen la autoestima y provocan que disminuyan las posibilidades de mejorar en esos aspectos en los que se tienen expectativas tan bajas.
Las personas acaban representando un papel que refleja cómo las ven los demás, y acaban asumiéndolo como propio.
En psicología, este fenómeno se llama
efecto Pigmalión, y Rosenthal y Jacobson en 1968, fueron los primeros en estudiar y demostrar que las expectativas positivas de los profesores actúan a modo de profecía autocumplida.
Efecto Pigmalión:
1. Proceso por el que una persona consigue lo que se proponía previamente a causa de la creencia de que puede conseguirlo.
2. "Las expectativas y previsiones de los profesores sobre la forma en que se conducirían los alumnos, determinan precisamente las conductas que los profesores esperaban." (Rosenthal y Jacobson).
3. Una profecía autocumplida es una expectativa que incita a las personas a actuar de forma que la expectativa se cumpla.
El efecto Pigmalión tiene su origen en un mito griego que cuenta cómo un escultor llamado Pigmalión (Πυγμαλίων en griego antiguo) se enamoró de una de sus creaciones: Galatea.
A tal punto llegó su pasión por la escultura que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva. Afrodita conmovida por el amor de Pigmalión por Galatea, le indujo un sueño e hizo que la escultura cobrara vida.
Pygmalión y Galatea,
por Angelo Bronzino (1530). El efecto Pigmalión resulta positivo si mejora la autoestima de los alumnos de forma que contribuye favorablemente en el rendimiento escolar y en la conducta personal. Pero también puede tener el efecto contrario cuando no esperamos nada bueno de ellos.
¿Qué hace que mejoren los resultados por efecto de las expectativas o profecías autocumplidas?
¿Qué factores producen esos efectos?
Rosenthal y Jacobson descubrieron que, cuando los profesores creían en las posibilidades de los alumnos, generaban un ambiente en la clase más cordial, proporcionaban más información, más instrucciones y explicaciones sobre los materiales de trabajo, y los alumnos tenían más oportunidades de mostrar sus resultados, más tiempo para responder preguntas y, en definitiva, aprendían mejor.
Muchos otros estudios confirmaron los descubrimientos de estos autores, y no sólo en las aulas. Por ejemplo, Curtis y Miller en 1986 vieron que el efecto Pigmalión se producía también en las relaciones cotidianas, es decir, las expectativas de los demás influyen en el comportamiento y la sociabilidad. Las personas tienden a comportarse mejor si creen que causan buena impresión en los demás. En resumidas cuentas, las personas tienden a comportarse según se espera de ellas.
Por eso es tan importante que los padres crean, confíen, esperen en sus hijos. Esta confianza conseguirá que el hijo se sienta capaz y confíe en sus posibilidades. Pero lo que es más importante, esta confianza es la base, la única base, para mi, de la autoridad de los padres. Los padres que tienen autoridad, no es por los castigos o premios que dan a sus hijos sino, por la profunda convicción de que cuando piden algo razonable a sus hijos estos van a responder positivamente, porque están convencidos de que son buenos chicos.
Esa confianza será la condición principal para que un hijo se sienta respetado, se sienta querido, y acabe siendo una persona mejor.
Pero no basta con que padres y profesores inspiren esta confianza, sino que debe extenderse al entorno social. Hay razones suficientes para contemplar con una mirada positiva las potencialidades de los jóvenes, la mayoría son mucho mejores de lo que eramos nosotros, tienen menos rencores, menos inhibiciones, son más sinceros, porque afortunadamente no nos tienen miedo; lo tienen tan difícil o más de lo que lo tuvimos nosotros, y saldrán adelante, muchas veces, a pesar de nosotros.
"Para el profesor Higgins yo seré siempre una florista porque él me trata siempre como a una florista; pero yo sé que para usted puedo ser una señora, porque usted siempre me ha tratado y me seguirá tratando como a una señora." (Eliza Doolittle,
Pygmalión de G. B. Shaw)